Me desperté a las cuatro y media de la mañana, preparé el mate y a las cinco desperté a Lilián, que tenía que ir a dar un curso en una ciudad del interior. Llegamos a tomar unos mates juntos, y a las seis el remise la pasó a buscar. Yo salí luego a dar mi caminata meditativa habitual con Mariano.
Una mañana fría pero serena y seca ayudó a hacer más que agradable el paseo por la rambla. Casi ni me molestó mi artrosis lumbar. Tomamos nuestro cortadito especial en el 360 de Solano Antuña y la rambla, atendidos de maravilla como de costumbre, y proseamos hasta las siete y media.
A las ocho, según lo acordado, me pasó a buscar otro amigo para desayunar y conversar. En la cafetería me encontré con varias personas conocidas a las que saludé y bendije.
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